"recuperación de información" "programa de sistemas de información" "Universidad de La Salle"
Después de intentarlo en diversas ocasiones en los últimos 20 años, puede ser que los lectores de libros electrónicos entren a formar parte al fin de nuestra realidad cotidiana. No obstante, las significativas diferencias entre el nuevo iPad de Apple y el resto de competidores son un claro indicio de que estamos ante un medio nuevo que no sabemos como usar. De hecho, ésa no es la excepción, si no más bien la regla en el conjunto de las posibles aplicaciones interactivas: estamos lejos de saber explotar las propiedades del medio digital para construir discursos que no tengan parangón en medios anteriores.
Se trata de reflexionar sobre las características intrínsecas del medio interactivo, centrándose en las aplicaciones de difusión cultural y en entornos de recepción personales, semejantes a un ordenador multimedia con un dispositivo señalador como un ratón o pantalla táctil y que incluyen a los lectores electrónicos. La reflexión teórica se sustentará en el análisis de la historia de los CD-ROM de difusión cultural que se desarrollaron durante la década de 1990. Las conclusiones pueden abrir vías de reflexión útiles para el conocimiento y desarrollo de aplicaciones de difusión cultural que en verdad aprovechen las características de los futuros lectores electrónicos.
Los lectores electrónicos hoy
Los lectores electrónicos en su formato actual son medios artificiales desde el punto de vista del modelo de genealogía que se esta usando. Su implantación está empezando por el proceso de institucionalización: enormes intereses económicos están intentando consolidar un medio que no existe. Además, esos intereses proceden de la industria de la electrónica de consumo, un ámbito ajeno por completo a los agentes que debían generar el medio (inventores, escritores y editores específicos, etc.). Esos agentes, de hecho, tampoco existen, no se han creado según el modelo de aparición, emergencia y constitución. El intento de implicar al sector editorial obedece a la necesidad de llenar ese vacío con aquello que la industria electrónica cree que más pudiera parecerse a esos agentes. Tampoco es el origen del "medio libro electrónico" la aparición y la emergencia si no la sustitución, a lo sumo una supuesta mejora. Esta fenomenología atípica puede explicar algunas de las contradicciones que llevarán probablemente al fracaso en la forma actual.
En efecto, los lectores electrónicos no se dirigen al consumidor masivo de productos digitales, al que ofrecen mucho menos que cualquier portátil. Su público objetivo son personas de más de 40 años, adaptadas pero no formadas en el entorno digital y que suelen apreciar el valor simbólico del libro en papel, por lo que presumiblemente desearán antes una combinación que una sustitución de formatos.
Pero tampoco parece un producto idóneo para esas personas, pues se apuntan deficiencias importantes para ese segmento en particular. Problemas de calidad y de uso tonalidad de la pantalla, clase y legibilidad de la tipografía, ostensibilidad de las transiciones de respeto por la composición ilustraciones desplazadas, ausencia de números de página, pérdida de códigos de colores y de fotografías de calidad, ilegibilidad de los esquemas complejos de incompatibilidad de formatos y de reproductores, etc. También se han registrado casos de graves problemas tecnológicos, como el desvanecimiento de las letras a pleno sol, cosa que hace dudar de las ventajas de la tinta electrónica reflectante respecto de las pantallas iluminadas. Ya hay personas que prefieren leer libros en las pantallitas del iPod o del iPhone (Baker, 2009).
Eso lleva a postular razonablemente que la nueva tableta iPad sí puede llegar a ser un primer prototipo de un verdadero "libro electrónico". En muy pocos años, Apple ha sabido crear una potente "cultura" alrededor de iPod e iPhone que subsumirá sin duda la de la tableta y acelerará el proceso de consolidación del nuevo medio. Respecto de sus competidores, la iPad tiene la ventaja de dirigirse en primer lugar al sector mayoritario, sin dejar tampoco de lado a los veteranos lectores de toda la vida, aunque quizá éstos comprarán algún accesorio que lo haga semejarse más a una libreta. La iPad da respuesta sobrada a las sugerencias más razonables en la vía de la convergencia de dispositivos: "No es descabellado pensar en un aparato que lea libros, ofrezca música, video, haga fotos, pueda operar como consola, incorpore la radio y por supuesto que permita acceder a Internet." (Gil, 2009, 36).
Lectores electrónicos y discurso interactivo de difusión cultural
Como suele ser habitual, y como ha pasado en todos los medios, sugerencias como ésa suelen quedarse en la mera suma de medios. Son tantas las posibilidades de acceso a contenidos y de conectividad que parece que no sea necesario nada más. La propuesta es aprovechar el nuevo medio que parece nacer al fin para intentar ir más allá y explorar las posibilidades de la integración de todos los medios que el entorno digital puede ofrecer junto con las acciones del lector, para construir, para hacer emerger, un discurso con características propias.
Ese discurso puede ser más o menos subsidiario de la conectividad, se puede dirigir a públicos con diversos hábitos de lectura o consumo audiovisual, puede dedicarse a la publicidad, al arte, al entretenimiento, a la difusión cultural. Parece claro que ninguna de las circunstancias específicas que acabaron con el experimento en CD-ROM será relevante en ese nuevo medio. La cantidad de aplicaciones "nativas" que sustentan el éxito de los "dispositivos i" ofrece una base sólida y sin las limitaciones discursivas señaladas, para permitir una consolidación de diversas "culturas", incluso una de difusión cultural.
Tendrá todas las dificultades habituales en cualquier producto cultural, pero no parece que haya de haber obstáculos para desarrollar formas intermediales próximas al ensayo, al documental, tal vez al libro ilustrado, que intenten provocar la admiración del lector usando con la máxima riqueza expresiva los recursos de un verdadero libro electrónico.
La no consolidación de los CD-ROM de difusión cultural
Parece fuera de toda duda que una de las condiciones para la consolidación de un medio, la de que "sus practicantes llegaran a una comprensión reflexiva" se dio con creces en esos escasos 4 o 5 años. Se cree razonable sostener que la no consolidación se dio a causa del fallo de la segunda condición, el "alcanzar cierto grado de institucionalización". En efecto, en la fase de constitución, una vez que el desapego posterior a la subordinación respecto a los medios anteriores ha llevado a una insubordinación, el medio empieza a revelar algunas de sus prácticas expresivas propias y, si esos reclamos identitarios y de autonomía tienen una respuesta institucional y económica, el medio, su "cultura" propia, se consolida: "Its second birth, or constitution, will appear when its quest for identity and autonomy coincides with institutional recognition and a decisive improvement in the economic resources devoted to its production." (Gaudreault, 2005, 13)
Algunas causas de la no consolidación
La ausencia de ese reconocimiento institucional, social y económico impidió la consolidación de esa forma de construir discursos de difusión cultural en los interactivos de uso personal. La incipiente cultura generada a su alrededor no llegó a consolidarse. Se apuntaran algunas causas de este no reconocimiento, con vistas a entender mejor el posible escenario de la difusión cultural en el entorno de los lectores electrónicos personales.
Las más decisivas se derivaban directamente de la complejidad de la propia tecnología de los CD-ROM. En efecto, su adecuado funcionamiento requería un ordenador multimedia no siempre estándar, el uso de programas específicos y la realización de procesos de instalación complicados. Todo ello los hacía extraordinariamente susceptibles a toda suerte de errores, incluso con posterioridad a las primeras sesiones de funcionamiento. Sólo usuarios muy convencidos y con destreza informática podían finalmente acceder al disfrute del discurso interactivo contenido en el CD-ROM. Si ya es difícil en cualquier propuesta de tipo cultural llegar a interesar a la cantidad suficiente de personas para poder establecer una "cultura" propia, en este caso la dificultad se multiplicaba hasta la frontera de la imposibilidad.
Esta grave circunstancia, unida a la materialidad del soporte, hacía que fuera difícil establecer sobre esas bases un modelo de negocio viable. Sólo la aportación de entidades públicas como la RMN pudo compensar ese hecho durante algún tiempo. Además y como consecuencia en parte de lo anterior, se llevaron a cabo una serie de estrategias editoriales espurias como la distribución gratuita de productos culturales de bajísima calidad y nula innovación que desprestigiaron irreversiblemente el soporte e hicieron imposible que los receptores supieran distinguir las diversas cualidades de los productos ofertados.
El traslado a internet permitió solucionar gran parte de esos problemas. Fue una solución pero a la vez el entierro definitivo del incipiente medio. Al funcionar todas las aplicaciones dentro de un navegador, las dificultades tecnológicas y de aprendizaje del entorno se redujeron drásticamente. Por otro lado, la distribución inmaterial era mucho más sencilla y económica. Estas dos circunstancias conllevaban el acceso a una cantidad de personas muchísimo mayor y con menores exigencias previas. Indudablemente, internet ofrece una base humana lo bastante grande para la consolidación de cualquier "cultura" específica. Los ejemplos son innumerables.
Pero no fue ése el caso de la difusión cultural interactiva. Por un lado, el traspaso a internet implicaba un cambio obligado y difícilmente rentable en un modelo de negocio ya de por sí complejo. Por otro, el cambio implicó inevitablemente modificaciones radicales en el discurso que acarrearon una desnaturalización de las formas.
En primer lugar, el funcionamiento obligado dentro de la ventana del navegador comportó un retorno paradójico a la situación "informática" de la fase de concienciación del medio. Por otro, la reducción drástica de la anchura de banda desde el CD-ROM a la del primer internet, unida a la inicial invisibilidad en los buscadores de lo que no fuera texto, comportó una reducción generalizada a aplicaciones basadas exclusivamente en texto e imagen o realizadas a base de pequeños fragmentos. Además, las ampliaciones sucesivas del lenguaje html como estándar también para video y audio comportaron la extensión de su diseño rectangular a muchos productos multimedia. Todo ello reforzado por la incorporación en los momentos álgidos de la "burbuja" económica de muchos diseñadores procedentes de otros medios, especialmente los impresos, al desarrollo de páginas web, implicó el dominio de un diseño "eficaz", "profesional", "transparente", "invisible", en detrimento del diseño consciente de sí mismo.
Más importante probablemente que todas esas causas concretas es el efecto que la explosión de internet ha tenido en la percepción social de las posibilidades del medio interactivo. El centro de atención se ha desplazado hacia las opciones de conectividad extrema, de forma que se ha producido una reducción sinecdóquica del propio concepto de interactividad que se confunde hoy día con las posibilidades del ordenador como gestor de la comunicación entre personas, dejando prácticamente de lado todas sus opciones como generador de discurso interactivo.
Fuente: Ribas, J. Ignasi (2010). "El discurso interactivo de difusión cultural: innovación y lectores electrónicos". Hipertext.net, 8.
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